«Bienvenida, mujer», el proyecto de acogida para mujeres refugiadas de las Hermanas Scalabrinianas en Roma

«Chaire Gynai», o «Bienvenida, hola mujer». Este es el nombre del proyecto de acogida, querido por el Papa Francisco, para madres y mujeres migrantes, refugiadas y víctimas de la violencia y puesto en marcha en Roma por las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo Scalabrinianas en 2018.  El nombre fue elegido para expresar la alegría de la acogida: es el mismo saludo que el ángel Gabriel dirige a María y que Jesús resucitado dirige a las mujeres.

En el hogar que dirigen las Hermanas Scalabrinianas, en colaboración con las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, las mujeres refugiadas encuentran una familia donde empezar a construir su vida. La hermana Eleia Scariot, misionera Scalabriniana coordinadora del proyecto, afirma: «Queremos ayudarlas en su camino de integración y desarrollo profesional. La base es rescatar la esperanza: estas mujeres reciben ayuda y acompañamiento humano y profesional, viviendo experiencias de convivencia, entretenimiento y espiritualidad que son revitalizantes para redimir su autoestima, a menudo herida durante su viaje migratorio. Y al mismo tiempo, estas mujeres y sus hijos podrán contribuir a la construcción de una sociedad diferente, aquí en el territorio en el que están insertadas».

La psicóloga Raffaella Bencivenga explica: «Nuestro objetivo es acompañarlas hacia la autonomía, prepararlas para la vida afuera. Cuando se sale de los centros de acogida, muy a menudo no se sabe adónde ir, no se puede pagar el alquiler o hay que trabajar ilegalmente. Después del viaje migratorio y de todo lo que han pasado, hay que reconstruir su identidad. Juntos elaboramos un programa personalizado que tiene como objetivo encontrarles un hogar y apoyarlas económicamente. Las ayudamos a aprender mejor el italiano, a sacarse el carné de conducir, a encontrar un trabajo más estable».

El hogar acoge a 12 mujeres con sus hijos durante un periodo de entre seis meses y un año, hasta que consigan una completa autonomía e integración. Se reciben personas que ya hayan obtenido el estatus de refugiadas en Italia o están en proceso de obtener los documentos, hablan italiano y tienen un trabajo o un aprendizaje.

Jaira es una joven de 20 años que huyó de Siria hace cuatro años con su madre, su hermana sorda y su hermano. Su escuela fue bombardeada y tuvo que sacar los cadáveres de sus compañeros de los escombros. Cuando llegó al hogar «Chaire Gynai», estaba bloqueada con el idioma italiano y había dejado de lado su sueño de graduarse. Empezó un aprendizaje como trabajadora en pizzería, limpió en un jardín de infancia, repartió paquetes, hasta que encontró el valor para volver a intentarlo. Junto con Raffaella, buscó una beca y, con mucho trabajo y compromiso, Jaira consiguió ganarla. Hoy estudia economía en la Universidad de Trento y es también mediadora cultural. «Con este proyecto descubrí que aún podía soñar y creer en mis posibilidades«, dice.

«Lo más bonito de mi trabajo -continúa Raffaella- es ver la capacidad de recuperación de estas mujeres. Aquí somos su espejo: les mostramos las habilidades que ellas nos muestran, pero que ellas mismas no reconocen.  Vemos milagros simplemente recordando lo que han pasado hasta ahora. Nos dicen: ‘es verdad, he superado esto y también puedo superar esta prueba’. De este modo, son capaces de ver la realidad bajo una luz diferente».

Como le ocurrió a Aisha, madre de una niña de cuatro años. Cuando llegó, no quería salir de su habitación, sólo podía ver oscuridad delante de sí misma. El equipo de Chaire Gynai decidió colocarla en casa de una familia italiana. Fue acogida por una madre con un hijo adulto y en esta dimensión familiar se reencontró a sí misma. Hoy tiene un trabajo y vive con su hijo en un apartamento alquilado.

Chaire Gynai también acoge a mujeres víctimas de la trata, como Joel, que llegó a Italia procedente de Nigeria y fue obligada a prostituirse en las calles de la capital. Joel tuvo el valor de denunciar a sus explotadores y escapó. Fue acogida por las monjas Scalabrinianas y comenzó a trabajar como camarera en un restaurante. Allí, su empleador la acosó. «Demasiadas mujeres se callan, yo quiero hablar», le dijo a Raffaella. Joel fue acompañada legal y psicológicamente y hoy es finalmente independiente económicamente.

«Para nosotros, trabajar con los inmigrantes es una gran gracia que confirma nuestra misión», explica la hermana Neusa de Fátima Mariano, superiora general de las Scalabrinianas. «Acoger, proteger, promover, integrar son los cuatro verbos guías del Papa Francisco y son los cuatro verbos que guían nuestras opciones pastorales, porque nadie debe sentirse extranjero, todos somos hijos del mismo Padre. Mi agradecimiento al Santo Padre, a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica con el Dicasterio de la Santa Sede para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (Sección Migrantes y Refugiados), y a la UISG (Unión Internacional de Superiores Generales) que apoyan a Chaire Gynai».