En 9 de octubre, el beato Juan Bautista Scalabrini será proclamado santo. Hoy, en la Basílica de San Pedro, durante el Consistorio Ordinario, el Papa Francisco ha anunciado la fecha en la que será canonizado el obispo de Piacenza, fundador de la Congregación de os Misioneros de San Carlos Borromeo, y de la Congregación de las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo Scalabrinianas e inspirador de las Misioneras Seculares Scalabrinianas.
Nacido en Fino Mornasco, en la provincia de Como, en 1839, Scalabrini es todavía hoy un presente para la Iglesia y la humanidad: un hombre enamorado de Dios, y capaz de reconocer en los últimos el rostro de Jesús. Profundamente conmovido por el drama de tantos italianos obligados a emigrar a Estados Unidos y Sudamérica a finales del siglo XIX, no permaneció indiferente. Se documentó, sensibilizó a la sociedad y envió a sus misioneros y misioneras por todo el mundo para ayudar y apoyar a los emigrantes en los puertos, en los barcos y a su llegada a los nuevos países. Por ello, se le considera un padre para todos los migrantes y refugiados.
Más de un siglo después de su muerte, su legado sigue dando frutos: presentes en 39 países, hay miles de religiosos y laicos scalabrinianos que siguen sus pasos y sirven en parroquias, casas del migrante, , escuelas, orfanatos, hospitales, organismos eclesiales se las conferencias episcopales y de las diócesis, centro de estudios, puertos y fronteras de todo el mundo.
«Scalabrini fue un obispo que se dedicó por completo a su ministerio en la diócesis, pero también fue capaz de mirar más allá, hacia los que se vieron obligados a abandonar su tierra natal», comenta el padre Leonir Chiarello, CS, Superior General de los Misioneros de San Carlos. «Dio una respuesta concreta al fenómeno de las migraciones, involucrando a la Iglesia, al gobierno, a la sociedad, y llamando a todos a una toma de conciencia. Combatió lo que el Santo Padre hoy llama «la cultura de la indiferencia y el descarte». Al proclamarlo santo, el Papa Francisco nos invita a tener su mirada de acogida y amor hacia todos’.
Un obispo que se hizo «prójimo del prójimo», “hombre de acción, hombre espiritual, apasionado, dinámico, fuerte de una espiritualidad encarnada: él contempla siempre al Hijo de Dios que se hace hombre para revelar el amor del Padre y para devolverle la humanidad renovada,” como explica la hermana Neusa de Fátima Mariano, superiora general de las Hermanas Misioneras de San Carlos: «La canonización de nuestro fundador nos motiva a emprender un camino de renovación de nuestra vida consagrada Scalabriniana, en el llamado a la centralidad de Jesucristo y en el renovado compromiso con la misión con y para los migrantes y refugiados«.
«Esta noticia nos alegra por toda la Iglesia y por todos los migrantes», comenta Regina Widmann, directora general de las Misioneras Seculares Scalabrinianas. «Se conocerá mejor su visión profética, es decir, su convicción de que precisamente en el duro terreno de la emigración se esconde un tesoro: la posibilidad de que pueblos diferentes y distantes se encuentren cercanos y se reconozcan como parte de la única familia humana«.